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Maestro Kengiper

REGINA “1 1”, fue quien ayudó a comprender mi vida, mi origen, mi presencia aquí en la tierra, y es la que no ha permitido que mi vida sea una tragedia a pesar de mis errores cometidos. ¿Cómo no reconocer legitimidad en ella y autenticidad divina, después de tantos milagros palpables, realizados por ella en mi vida? Yo no podría describir en un epílogo, que se supone es el resumen de un libro, todos los testimonios, todas las enseñanzas recibid as de ella a través de sus cursos, a través de los sueños y los trances; pero, como mínimo me voy a referir a uno de los episodios que más huella ha dejado en mi vida.
Trascurría el mes de noviembre de 1980, faltaban unos días para yo contraer matrimonio con la que hoy es mi esposa; ya teníamos certificación médica, que mi esposa no podía concebir; le supliqué a la Maestra que nos ayudara en el problema y la respuesta, muy jocosa por cierto y de la cual nos reímos mucho, fue: “Mucho cuidado que a lo mejor es usted, con tantos años en el seminario, el que no puede engendrar hijos”. Sin embargo, le recomendó a mi novia que se hiciera unos lavad os con frutas de aguacate, además agregó: “... yo voy a hacerle a ella un trabajito para ver qué pasa, y después trabajan ustedes”.
A los tres días resultó mi novia con una rayita en el abdomen como si se hubiera “arañado” con la uña y se sentía un poco indispuesta. Le comenté a la Maestra lo que pasaba y su respuesta fue... “Dígale a Angelita que no se preocupe, que anoche, mientras ella dormía yo le hice una cirugía”. Desapareció el tumor que tenía en la matriz. Nos casamos el 4 de diciembre de 1980, tuvimos dos hijas, y dieciocho meses después apareció nuevamente el tumor, el cual fue extraído a través de una intervención quirúrgica en la clínica León XIII de Medellín.
A pesar de las distancias físicas que nos ha tenido separad os, sin embargo, algunas veces he quedado sorprendido, cuando me ha hecho referencias de conversaciones que yo he sostenido con algunas personas, sin que éstas se hubieran comunicado con ella ni yo me hubiera percatado de su presencia inmaterial o mencionado algo al respecto. Es un poder especial que tiene la Maestra. Aún más, a través de sus trances, ha visitado con alguna frecuencia mi hogar. Cierto día la llamé al país donde se encontraba y me preguntó “cómo sigue su hija?, la he visto muy enferma en estos días”. Y precisamente hacía una semana que había estado muy indispuesta. Esto es pura metafísica.
Carlos Enrique Gil Pérez
Maesto Kengiper